Siempre hemos dicho que, en materia de seguridad, las personas somos el eslabón más débil de la cadena. Que el factor humano es el principal foco de riesgo. Que la concienciación es clave si queremos lograr un mínimo de seguridad... Y una y otra vez aparecen noticias que nos recuerdan que no hemos avanzado nada. Que las iniciativas que hay en este sentido son insuficientes, y a veces da la sensación de que son inútiles. Al menos, esa es la sensación que queda al leer la noticia de que la clave 1234 sigue siendo la más habitual. Y que la propia retrospectiva del artículo nos confirme que ya en 2005 se daba esta situación (y antes también, me temo).
La verdad es que, por muchas vueltas que le doy, no lo termino de entender. Ya no estamos hablando de contraseñas corporativas, cuya "importancia" a veces no valoran adecuadamente los usuarios, sino que estamos hablando de claves tan "importantes" para la mayor parte de la población como son las claves de acceso a la banca electrónica. Las que protegen nuestro dinero. Y sin embargo, los malos hábitos siguen siendo demasiado frecuentes. ¿Cuál es el problema? ¿Realmente somos tan poco conscientes de lo "habitual" de nuestras claves? ¿O es que en realidad no somos capaces de estimar adecuadamente los riesgos? Porque tenemos que tener en cuenta que las claves predecibles también abundan en entornos más físicos, como son las tarjetas de crédito, así que la "virtualidad" del entorno tampoco termina de convencerme. La verdad, tengo la sensación de que la respuesta es más compleja de lo que pueda parecer a priori.
No obstante, no creo que el género tenga nada que ver. Por mucho que digan en algunos artículos (uno de los artículos relacionados con el anterior) que las mujeres son más confiadas a la hora de revelar sus claves, tengo la sensación de que lo que refleja el "estudio" es más una mayor predilección por las chocolatinas que una mayor tendencia a revelar las claves...
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