Hace algunos días leí una artículo que me llamó la atención. Básicamente, venía a decir que para calcular el ROI en infraestructuras no sólo hay que tener en cuenta el propio valor y los beneficios que aportan las tecnologías, sino que hay que estimar los beneficios que dichas tecnologías aportan al negocio.
La filosofía que plantea el artículo es sencilla: No sólo hay que contemplar los gastos directos e indirectos, sino también los beneficios directos e indirectos. El problema es que los gastos son fáciles de calcular (al menos, a priori), mientras que calcular los beneficios indirectos, y cuantificarlos en dinero, suele ser algo bastante más complejo. Soluciones sencillas no hay, pero aquí dejo un par de métodos que pueden ser útiles a la hora de ayudarnos a tomar una decisión.
El primero de ellos es pensar en la externalización completa del elemento a valorar. Cuál es el coste directo e indirecto? Podemos hacer un ejercicio teórico, y es pensar en los costes que supondría un BPO (externalización de los procesos de negocio) completo. De esa forma, los cálculos de costes directos e indirectos ya los ha realizado el proveedor, y nosotros podremos identificar más fácilmente tanto los beneficios directos (qué me ahorro si no tengo que realizar yo dicho proceso?) como los indirectos (en qué me se beneficiaría mi negocio de que un experto externo realizase ese proceso?). Además, el propio ejercicio nos ayuda a analizar lo que tenemos, ya que el hipotético proveedor nos tiene que definir las funcionalidades y servicios adicionales que nos va a proporcionar dicha externalización, y por tanto nos ayuda a identificar esos beneficios de negocio. Eso sí, este ejercicio sólo es válido a la hora de hablar de BPO, ya que una externalización parcial no nos libraría de muchos de los gastos indirectos que pueda ocasionar el outsourcing que planteamos.
Otra posibilidad es llevar a cabo un pequeño análisis de riesgos. O más en concreto, desarrollar el modelo de valor de un análisis de riesgos. Identificar tus activos, analizar sus interrelaciones, establecer los criterios de valoración de dichos activos y finalmente valorarlos. De ese modo, además de haber analizado dónde radica el valor de tu negocio también habrás identificado las dependencias que tiene el negocio en relación a la infraestructura tecnológica, y si ves cómo puede afectar la tecnología en el negocio, a la inversa puedes identificar cómo el negocio se puede beneficiar de la tecnología.
En resumen, si queremos calcular los beneficios que puede tener una inversión a nivel de negocio tendremos que conocer cómo se desarrolla nuestro negocio. Y tenemos dos opciones: o compararnos con los análisis que nos dan otros, o llevar a cabo nuestro propio análisis. Y aun así, sólamente tendremos un dato más en el que basarnos para tomar decisiones. La bola de cristal empresarial todavía no se ha inventado...
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