Hace unos días estuve inmerso en una interesante discusión en torno a las causas y consecuencias del incidente de la central nuclear de Fukushima. El estupendo artículo escrito por Javier Cao sobre el
posible fallo en la seguridad de la central nos sirvió para aportar algo de luz a la discusión, pero la verdad es que la discusión acabó cuestionando el propio núcleo de la seguridad, la gestión de riesgos, hasta acabar preguntándonos si realmente tiene sentido hacer los análisis de riesgos como los hacemos.
El problema es fácil de explicar en términos de un simple análisis de riesgos: un activo (la central) de bastante valor, una amenaza (la catástrofe nuclear) de muy baja probabilidad de ocurrencia (tres casos a nivel mundial en la historia de la energía nuclear) y un impacto altísimo (la muerte, inmediata o aplazada, de las personas que estén a varios kilómetros a la redonda) si llega a ocurrir. Unido al análisis de ese riesgo, el beneficio asociado: la producción eficiente y barata de energía eléctrica. ¿Qué hacer?
Para simplificar el análisis, voy a hacer una rápida aproximación (trivial, lo sé): Riesgo (1-125) = Activo (1-5) x Amenaza (1-5) x Impacto (1-5). En este caso, R1 = 4 x 1 x 5 = 20/125 = 16%.
Viendo este cálculo, cualquiera podría decir que un riesgo del 16% se puede considerar bajo, y en consecuencia asumible, a priori.
Ahora, comparémoslo con otro caso, como puede ser un accidente de aviación: un avión (de no mucho valor comparado con la central), la amenaza de que se estrelle (cuya frecuencia de ocurrencia, viendo los datos estadísticos mundiales, es significativamente más alta que la anterior) y un impacto también asociado a la pérdida de vidas humanas, pero de menor incidencia que el anterior. El beneficio, en este caso, es el transporte rápido y relativamente eficiente de personas.
De nuevo voy a hacer un ejercicio de libro para simplificar este otro caso: R2 = 2 x 3 x 4 = 24/125 = 19%.
También tenemos un riesgo bajo, de un orden de magnitud comparable con el caso anterior, aunque su resultado es mayor (lo sé, ambos cálculos pueden ser discutibles, y es evidente que los números están elegidos a propósito, pero me parece un ejemplo ilustrativo).
Por último, un tercer ejemplo: un atentado terrorista con pre-aviso en la sede de una bolsa. En este caso, el valor del activo (la bolsa) probablemente será más alto que el del avión, la probabilidad de ocurrencia a nivel mundial puede ser comparable, y el impacto, aunque no provoque muertes, puede tener consecuencias económicas muy importantes para el país. En este caso, el cálculo podría ser R3 = 4 x 3 x 3 = 36/125 = 29%.
Y ahora empiezan los cuestionamientos a este planteamiento. Para empezar, uno sencillo, matemático: ¿Si hablamos de vidas humanas comparadas con pérdidas económicas, realmente deberíamos valorar el impacto con la misma escala? ¿La escala de impactos debería ser lineal o exponencial? ¿No estaremos simplificando mucho la fórmula de cálculo del riesgo? Porque una excesiva simplificación nos podría llevar a trivializar ciertos riesgos...
En segundo lugar, un cuestionamiento más filosófico, de fondo. En los casos en los que el impacto es tan brutal... ¿Es conveniente tener en cuenta la probabilidad de ocurrencia de las amenazas? ¿O quizás no se debería valorar el riesgo, sino sólo el impacto ponderado? De esa forma nos estaríamos cubriendo frente a
cisnes negros, cuya probabilidad de ocurrencia, por definición, es incalculable. ¿Deberíamos hacer sustituir los análisis de riesgos por los análisis de impactos, como se hace al valorar la continuidad? En ese caso, el resultado cambiaría mucho:
I1(desastre nuclear) = 20/25 = 80% >> I3(atentado bolsa) = 12/25 = 48% >> I2(accidente aéreo) = 12/25 = 32%
Ahora otra duda filosófica. ¿Cómo entra en la ecuación el beneficio (en este caso, beneficio obtenido de la asunción del riesgo)? En el ejemplo no me he atrevido a cuantificar el beneficio de cada uno de los tres casos, pero... ¿Es la ecuación coste/beneficio (riesgo/beneficio en nuestro caso) una ecuación válida? Y lo que es más importante (sin entrar en el cuestionamiento matemático): ¿Podrían existir casos en los que un riesgo (o un impacto) fuese tan alto que no se debiera considerar la posibilidad de aceptarlo, independientemente del beneficio asociado? (y ojo, que esta duda filosófica no es una cuestión trivial, ya que subyace tanto en el debate nuclear como en la crisis de las sub-prime).
Por último, otro cuestionamiento más clásico. ¿Debe cambiar nuestra decisión, o nuestra valoración, en función de la cercanía temporal con un incidente en el que se haya materializado la amenaza cuyo riesgo estamos evaluando? ¿Y si el incidente es un cisne negro?
En definitiva, con este post (ya siento que me haya quedado un poco largo) quería poner de manifiesto un problema del que, de una forma u otra, se está hablando mucho últimamente: es posible que los gobiernos tomen decisiones sin haber hecho un análisis excesivamente profundo sobre los riesgos asociados a esas decisiones, y probablemente un análisis más detallado les permitiría tomar decisiones más razonadas. Pero tampoco caigamos en la tentación de pensar que un análisis correcto va a llevar automáticamente a una decisión acertada, porque... realmente la herramienta de análisis y decisión es correcta? ¿Es realmente el análisis de riesgos una herramienta válida para la toma de este tipo de decisiones? Si has leído hasta aquí seguro que tienes tu propia opinión al respecto... ¿La compartes?